Este es el transcurso de la juventud, que huye entre mis pensamientos y se plasma en una hoja blanca, con pequeños dibujos y trazos de eterna lucidez, o eterna locura. Es más, se la ve que se burla de lo que ha pasado y comienza a desdibujar lo anteriormente hecho, pensando en seguir jugando a escondidas y haciendo travesuras.

Lo único que me divierte mientras sigo dibujando con mis pies el camino a través de las hojas que caen de los árboles cada mañana.

Suelo abrir con confianza los brazos para encontrarme con mi vida, con mis hechos y deshechos, mi risa y mi desdicha, mis llantos y lamentos, mis logros y mis caidas. A veces pienso que lo puedo dibujar todo, lo represento todo a base de muchos símbolos, como estos. Y aunque no diga mucho y mencione bastante, es solo el esperar que en algun momento he de cerrar con el capítulo final, que debe de ser tan trascendental que el primero, o tan controversial como los siguientes, tan contundentes como los que vienen y tan tristes como los que precedan al último en llegar.

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